Tradicionalmente los distintos proyectos constructivos desarrollados en nuestro país han estado caracterizados por conflictos de intereses entre los distintos agentes, principalmente entre el promotor, constructor y arquitecto, lo que ha frenado la evolución entre las distintas fases del proyecto, e incluso modificaciones, licitaciones más largas y desvíos de precios, plazos y calidades.
Para evitar esta falta de relación y los errores en el proceso constructivo, que acaban perjudicando al comprador, el Clúster de la Edificación, a través de su Grupo de Trabajo de Contratos Colaborativos, propone un contrato modelo entre promotor y constructor, apoyado por otros documentos de ayuda como el de selección temprana de la constructora o el ritmo propuesto de entregas.
“En cualquier proceso constructivo, como el que defiende el sector de la industrialización, los profesionales intervinientes (promotor, constructor, arquitecto, arquitecto técnico, industriales…) deben trabajar de manera conjunta desde la fase temprana, antes incluso que la de diseño, y a través de un contrato colaborativo que permita alinear a los agentes en un mismo objetivo: el proyecto”, defiende Miguel Pinto, director gerente del Clúster de la Edificación.
El trabajo de este grupo de trabajo (formado por ACR, Culmia, Habitat Inmobiliaria, Ingennus Arquitectura, Ortiz León Arquitectos, RocaJunyent, Think Productivity y Valladares Ingeniería) es precisamente el de normalizar este “nuevo” sistema colaborativo dentro del sector, de modo que se consolide como alternativa al tradicional y participado por agentes desalineados y con intereses contrapuestos.
El contrato colaborativo que plantea el Clúster de la Edificación ha sido redactado con el propósito de servir de modelo para los proyectos colaborativos, pero con la flexibilidad necesaria para que pueda adaptarse por cada empresa promotora o constructora a sus circunstancias específicas, y en función de las necesidades de cada proyecto.
“La profesionalización del sector de la construcción en España a todos sus niveles (promotor, constructor, arquitecto, industriales) trae consigo una creciente necesidad de incorporar al agente `ejecutor´ al proceso de diseño, de modo que el promotor tenga la confianza de saber alineados y coordinados a quien diseña y a quien ejecuta, cada uno con crecientes dosis de tecnificación”, explica Anna Guanter, responsable de innovación de Culmia.
Este modelo permite incorporar en la fase de diseño a quien va a ejecutarlo, dando la oportunidad de aportar al proyecto una visión más real de mercado. Para el Clúster el sistema tradicional de diseñar-licitar-construir se ha visto limitado para responder a esta necesidad, particularmente en contextos de proyectos especialmente complejos (ya sea por el número de agentes especializados, complejidad en la ejecución, plazos comprimidos, componentes industrializados que requieren una planificación superior, etc.), provocando las “temidas” pérdidas de calidad, plazo o coste.
“De ahí la importancia de incorporar al constructor a la fase del diseño para aportar múltiples ventajas para la tranquilidad del promotor y en provecho del propio proyecto, como son una mayor calidad en menor plazo y un coste más controlado y real”, señala Pinto.
Este tipo de contrato aporta ventajas tanto para el promotor (con una mayor seguridad en el precio y en el plazo) como para el constructor (con un mayor conocimiento del proyecto que conlleva en una mayor seguridad en planificación), y el arquitecto (aportando una mayor seguridad, tanto en fase de proyecto como de dirección de obra, gracias a una mayor involucración de promotor y constructor).
“Asimismo - finaliza Guanter - el promotor se beneficia de un plazo más controlado, sin retrasos ni variaciones de precio, al tener un proyecto optimizado y en el que todos los agentes han participado de manera colaborativa con el fin de tener un mejor proyecto”.
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