“Las cubiertas verdes no solo se están posicionando como una solución constructiva, sino también como una herramienta activa en la lucha contra el cambio climático”. Bajo esta premisa, desde Sika resumen uno de los principales beneficios de este tipo de las también llamadas cubiertas ajardinadas, que se pueden definir como aquellos sistemas constructivos que incorporan vegetación sobre el techo de un edificio, combinando capas técnicas y sustratos vegetales con el objetivo de generar un espacio natural funcional en lo alto de las construcciones urbanas.
Las investigaciones al respecto aún no son demasiadas, pero Cecilia Girotti, responsable del Departamento Técnico y de Marketing de Knauf Insulation, rescata un estudio realizado por el Centro Tyndall para el Cambio Climático que asegura: “Se necesita un 10% más de vegetación en las ciudades para mitigar el efecto isla de calor urbana. Los investigadores calculan que un metro cuadrado de cubierta verde ayuda a absorber 0,2 kg/año de partículas en suspensión del aire”.
Por su parte, Josep Lluís Puig, responsable de Proyectos de Rollgum, recuerda que también existe el proyecto de investigación ‘Verd de Proximitat BCN’, liderado por la Universidad de Lleida y la Universidad Politécnica de Cataluña, sobre cuatro edificios con cubierta verde en la ciudad de Barcelona. En concreto, los resultados presentados en 2023 muestran que “la monitorización realizada en el edificio de Urbaser, situado en un polígono industrial de Barcelona, mediante cámaras de infrarrojos aporta datos de la bajada de temperatura en la superficie de la cubierta verde y en su interior, con reducciones superiores a 10 ºC”, a lo que añade que “la retención de agua de tormenta también es un beneficio para las redes de alcantarillado y la reducción en la factura de suministro eléctrico en este edificio es del 30% y un 25% de ahorro en las máquinas de climatización”.
Otra de estas investigaciones sobre estos sistemas constructivos la realizó también la Universidad Politécnica de Cataluña bajo el título ‘Cubiertas verdes: Infraestructura verde urbana para la mitigación del cambio climático’. Gonzalo Galván Gutiérrez, técnico de Prescripción y Consultor de Proyecto de Isopan Ibérica, recopila algunas de las evidencias que se extraen de este trabajo: “Las cubiertas verdes pueden reducir entre un 10% y un 20% la temperatura en su entorno inmediato y mejorar el confort térmico interior. Además, aportan beneficios adicionales como la captura de hasta 200 kg de CO₂ al año por cada 100 m² de cubierta; la absorción del 60% al 80% del agua de lluvia en climas mediterráneos, reduciendo el riesgo de inundaciones; y la contribución a la biodiversidad urbana y a la regulación del ciclo hídrico”.
Estas son solo algunas de las ventajas de este tipo de estructuras, que, sin duda, otorgan una rentabilidad a los usuarios de los edificios que las contienen. Rentabilidad que, sin embargo, está condicionada por diversos factores interrelacionados. Desde Sika e Isopan coinciden en destacar los siguientes:
1. El tipo de cubierta: las cubiertas extensivas son más ligeras, con menor espesor y vegetación de bajo mantenimiento, así como más económicas de instalar y mantener. Por su parte, las cubiertas intensivas, al permitir una vegetación más densa y variada, ofrecen mayores beneficios estéticos y ecológicos, pero requieren una inversión y mantenimiento mayores, explica Galván Gutiérrez.
2. La ubicación geográfica y el clima: en zonas más cálidas, las cubiertas verdes reducen la demanda de refrigeración, mientras que, en aquellas más frías, su aislamiento disminuye las pérdidas de calor, apuntan desde Sika.
3. Correcta integración de los sistemas constructivos: una buena combinación de impermeabilización avanzada, drenaje y elección del sustrato maximiza la eficiencia energética, maximiza la durabilidad de la cubierta y minimiza el mantenimiento.
4. Adecuada elección de materiales y un buen mantenimiento: escoger los materiales adecuados —como membranas impermeabilizantes resistentes a raíces, sustratos livianos y especies vegetales adaptadas al clima— prolonga la vida útil del sistema impermeabilizante y reduce los costes de mantenimiento, explican desde Isopan. Según datos compartidos por dicha empresa, este tipo de soluciones puede mejorar el aislamiento térmico de un edificio hasta en un 20-30%, lo que se traduce en un importante ahorro energético. Además, con un diseño adecuado y un mantenimiento controlado, se puede alcanzar un retorno de inversión en 8 a 15 años, aseguran.
Sobre este aspecto, desde Rollgum remarcan que durante sus primeros dos años la cubierta requiere de más atención y mantenimiento para asegurar la implantación, mientras que con los años el mantenimiento es menor.
5. Longevidad de la solución: una cubierta verde bien diseñada puede duplicar la vida útil de la impermeabilización subyacente, lo que reduce costes de sustitución a largo plazo, indican desde Sika.
Una correcta selección de las especies vegetales es fundamental para la eficiencia térmica y la resiliencia de las cubiertas verdes.
Cecilia Girotti, de Knauf Insulation, explica que las cubiertas extensivas, con suelos poco profundos de entre 7 y 10 centímetros, “soportan sedum, musgo, aromáticas y césped y cualquier otra vegetación que necesite poco mantenimiento. Este tipo de cubierta verde es la más ligera, sirve de protección para la membrana impermeable y optimiza el aprovechamiento del agua”. Mientras, las cubiertas intensivas tienen una capa de suelo más profunda, que puede ser de 15 centímetros e incluso mayor, y “permiten cultivar una mayor variedad de plantas, desde césped hasta arbustos ornamentales y árboles de crecimiento medio”, e indica que “el tipo de plantación determinará la profundidad del suelo necesaria, el grado de intensidad de riego y el nivel de mantenimiento”.
A esto, Gonzalo Galván Gutiérrez añade: “En Isopan recomendamos para climas cálidos y secos, como el sur y centro peninsular, el uso de vegetación resistente, como el sedum, debido a su capacidad para soportar temperaturas extremas y periodos breves de sequía. En regiones con inviernos fríos o alta pluviometría, la elección de vegetación más densa y perenne puede aumentar el aislamiento térmico y la retención de agua, contribuyendo a la eficiencia energética estacional”.
En esta línea, desde Sika apuntan que “en climas mediterráneos o continentales, es fundamental seleccionar especies autóctonas, resistentes a la sequía y con baja demanda hídrica. Estas plantas ofrecen un excelente comportamiento estacional: proporcionan sombra y evapotranspiración en verano, y permiten la entrada de luz en invierno”. “Además, la biodiversidad vegetal no solo incrementa la eficiencia térmica gracias a la variedad de alturas y densidades de cobertura, sino que también mejora la resiliencia general del sistema, facilitando la adaptación a eventos climáticos extremos”, afirman.
En resumen, como recapitula Josep Lluís Puig, de Rollgum, para seleccionar qué especies vegetales son las idóneas para estos sistemas, “se debe tener en cuenta el clima, la orientación, la exposición y posibles sombreados permanentes o rotatorios en la cubierta”.
Y, si algo es imprescindible “para superar el primer óbice que presenta la propiedad o las comunidades de propietarios”, es la elección de “un sistema de impermeabilización fiable que garantice la estanqueidad de la cubierta”, recuerda Puig. Para ello, “no se deben escatimar recursos para conseguir una impermeabilización duradera”, sostiene.
Asimismo, el responsable de Proyectos de Rollgum asegura que es “muy recomendable que el sistema esté certificado por el Documento de Idoneidad Técnica (DIT) y el Documento de Adecuación al Uso (DAU)” y considera lo más apropiado utilizar “sistemas de impermeabilización amables con el medio ambiente” y se pregunta: “¿Qué sentido tendría crear una cubierta ecológica sustentada por láminas con migración de plastificantes o químicos?” En este sentido, sostiene que la mejor opción son “las láminas EPDM, que ofrecen ausencia de migraciones, instalación en frío y, en definitiva, un producto inerte con bajas emisiones de CO2 y resistente a las raíces de vegetación extensiva”.
Por último, Josep Lluís Puig recuerda que “la impermeabilización debe ir acompañada de un sistema de drenaje dimensionado para el tipo de sustrato y vegetación, esto evitará encharcamientos que dañarían la red radicular de la vegetación”.
Por su parte, desde Sika señalan que “los avances más notables en impermeabilización pasan por el uso de membranas sintéticas de alta resistencia química y mecánica, como las membranas de PVC o TPO, especialmente formuladas para soportar el crecimiento radicular”.
Sin embargo, el cambio climático, cada vez más palpable debido a fenómenos extremos como las lluvias torrenciales o las sequías, obliga a iniciar un cambio de tendencia en el sector de la impermeabilización. En el caso de las cubiertas ajardinadas, “algunos de los parámetros a considerar son la resistencia a intemperie de los materiales impermeables, su resiliencia frente a variaciones bruscas de temperatura en poco tiempo, su retención de flexibilidad con memoria o la retención de sus prestaciones iniciales a lo largo de su ciclo de vida útil”, apuntan desde Rollgum.
En Sika, coinciden en este extremo: “El cambio climático nos obliga a rediseñar estrategias. En zonas tradicionalmente secas, ahora debemos dimensionar los sistemas de impermeabilización y drenaje para soportar episodios de lluvias torrenciales cada vez más frecuentes”. En concreto, sostienen que “esto implica el empleo de membranas impermeabilizantes de alta resistencia, capaces de soportar cargas de agua y mayor presión hidrostática”. “Además, se deben incorporar sistemas de drenaje eficaces, que permitan evacuar rápidamente grandes volúmenes de agua sin saturar el sustrato”, añaden, sin olvidar que “hay que integrar capas de retención temporal de agua, que ayudan a regular el flujo durante las tormentas, previniendo colapsos o sobrecargas en el sistema de evacuación del edificio”, lo que indica que “la planificación hidráulica en las cubiertas verdes ya no es opcional, es esencial”.
Precisamente, afirma Gonzalo Galván, “las cubiertas verdes ofrecen soluciones efectivas para enfrentar los desafíos del cambio climático”. El técnico de Prescripción y Consultor de Proyecto de Isopan Ibérica enumera algunas de ellas: las membranas impermeabilizantes de alta resistencia, “que soportan ciclos extremos de humedad y calor y protegen la estructura del edificio de filtraciones y daños asociados a condiciones climáticas adversas”; los sistemas de retención y gestión de aguas pluviales “para manejar las precipitaciones intensas” y el “diseño adecuado de la cubierta, con pendientes mínimas y sistemas de drenaje eficientes”, que previene acumulaciones de agua y filtraciones.
La instalación de cubiertas verdes en edificios antiguos es uno de los principales desafíos de estos sistemas. ¿Pero qué problemas concretos surgen al rehabilitar este tipo de inmuebles para ajardinar sus azoteas?
“El principal es, sin duda, la capacidad portante de la cubierta para que pueda integrar una vegetación menos extensa”, responde tajante Cecilia Girotti, desde Knauf Insulation. “Muchos edificios antiguos no fueron concebidos para soportar el peso adicional de una cubierta vegetal, especialmente en soluciones intensivas”, añaden desde Sika. Algo en lo que coinciden tanto desde Rollgum como desde Isopan Ibérica. Gonzalo Galván suma otras dificultades adicionales: el hecho de que “los sistemas de impermeabilización obsoletos” de estos inmuebles “pueden no ser compatibles con la vegetación, lo que aumenta el riesgo de filtraciones”; y las restricciones de acceso y las normativas patrimoniales, que obligan a que las “intervenciones sean mínimamente invasivas y reversibles” en edificios protegidos.
En este sentido, Galván propone el uso de “sistemas impermeables monocapa, como el EPDM, que aportan tan sólo 1,4 kg/ m² de peso y se suministran en rollos para facilitar el acceso a cubiertas urbanas sin medios de elevación o en paños prefabricados que pueden cubrir de una sola pieza grandes áreas, reduciendo o incluso eliminando las uniones a realizar en cubierta”.
Para superar estos inconvenientes, desde Sika recuerdan que ya se están aplicando soluciones como los sistemas de cubierta verde ligeros, con sustratos aligerados y vegetación de bajo mantenimiento; las evaluaciones estructurales detalladas, que permiten dimensionar adecuadamente la solución sin comprometer la seguridad; y la aplicación de impermeabilizaciones líquidas flexibles, que se adaptan a soportes irregulares y permiten una rehabilitación eficiente sin grandes cargas adicionales.
Pese a los retos a superar, los beneficios de las cubiertas ajardinadas son notables. Sin embargo, las empresas evidencian una falta de regulación a nivel nacional. “Mientras que, en países como Dinamarca o Francia, su instalación es obligatoria para edificios de nueva construcción, en nuestro país no es así. No existe una regulación unificada y estatal”, denuncia Girotti (Knauf Insulation).
Algo más optimistas son en Isopan y Sika. Ambas sostienen que los cambios normativos recientes, como la actualización del Código Técnico de la Edificación (CTE), las directrices de la Estrategia de Rehabilitación a Largo Plazo o la Estrategia Nacional de Infraestructura Verde y de la Conectividad y Restauración Ecológicas sí invitan a moverse hacia la instalación de cubiertas verdes. Pero coinciden con la responsable del Departamento Técnico y de Marketing de Knauf Insulation en que hace falta “una normativa técnica nacional específica para cubiertas verdes” y que “la disparidad entre las ordenanzas municipales dificulta una implementación homogénea en todo el territorio”. Por ahora, “cada ayuntamiento se ocupa de fomentar la creación de superficies verdes en su territorio”, apunta Puig (Rollgum).
En Sika, como el resto de las empresas preguntadas, son tajantes y tienen clara cuál es la solución: “Se necesita una política más ambiciosa que permita integrar las cubiertas verdes como una solución prioritaria dentro de las estrategias de adaptación climática urbana. Además, una fiscalidad favorable —por ejemplo, deducciones en el IBI o incentivos fiscales para propietarios y comunidades de vecinos— ayudaría enormemente a acelerar su adopción”.
Este artículo aparece publicado en el nº 601 de CIC, págs. 48 a 53.
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