Empecemos por la pregunta clave: ¿de qué hablamos cuando hablamos de construcción circular? ¿Y de materiales circulares? Como contexto general, cuando hablamos de circular o circulares, hacemos una elipsis de “preparados para funcionar en una economía circular”.
Habitualmente, cuando se habla de construcción o material circular, se interpreta que se trata de un producto hecho con material reciclado, que es reciclable o reutilizable al final de su vida útil. Algunos hablan de las 3 R, otros llegan a las 7 R, pero otros vamos más allá: entendemos la economía circular en la construcción como un gran sistema complejo, conectado con muchos otros.
La economía circular es un modelo alineado con los límites del planeta. La construcción tradicional se ha desarrollado sobre una economía lineal, que presupone una disponibilidad infinita de recursos. Si queremos construir edificios realmente sostenibles y seguros para las personas y los ecosistemas tenemos partir desde una perspectiva nueva, alineada con la manera en que funcionan el resto de sistemas de nuestro planeta. Hay que pasar de ser consumidores a protectores/regeneradores, por eso hablamos de impacto neto positivo.
Esta visión nace del Cradle to Cradle. Quienes vemos el mundo bajo esta perspectiva creemos que los negocios y las actividades tienen que ir más allá de minimizar los daños o cumplir normativas. Quienes nos dedicamos a construir, tenemos la responsabilidad de contribuir a mejorar la vida de las personas y la prosperidad de todos los sistemas, en favor de las generaciones presentes y futuras.
Estas grandes ideas comienzan por las pequeñas decisiones que se toman cada día: ¿qué material utilizo para la estructura? ¿Qué pintura es la adecuada para este material?
Como mencionamos anteriormente, la economía circular parte de ver un mundo interconectado, un sistema, y se ha de diseñar el edificio como un sistema, dentro del sistema. Cada material debe ser adecuado para su función y ser recuperable para seguir contribuyendo a la prosperidad del conjunto. Debe estar preparado para funcionar eficazmente en todas las etapas del ciclo de vida.
¿Y cómo se aplica a la elección de materiales? Comencemos por el concepto “seguro, luego circular”, que promueve Cradle to Cradle.
Cradle to Cradle: Remaking the way we make things es un libro publicado en 2002, escrito por el arquitecto William McDonough y el químico Michael Braungart. De la visión expresada en este libro y la experiencia de las empresas que colaboraron con ellos nace luego el Programa de Certificación de Productos Cradle to Cradle Certified, una de las fuentes principales del concepto de economía circular, que se populariza años más tarde.
El estándar de certificación Cradle to Cradle Certified propone que solo deben circular los materiales “buenos” y para ello aplica un enfoque holístico:
El Cradle to Cradle Products Innovation Institute es la entidad que verifica los esfuerzos de las empresas que evalúan sus productos mediante este programa. Muchas empresas utilizan el marco que ofrece para transformar la manera en que diseñan y comercializan sus productos, la estrategia global de sostenibilidad y la descarbonización de la cadena de suministro, por ejemplo. Su enfoque lo hace una gran herramienta para las compañías que buscan un impacto positivo real.
Para que un material circule, se debe diseñar el sistema en el que encaja y preparar las herramientas para que suceda de forma efectiva. Yo lo trabajo en cuatro niveles:
En mi experiencia, la innovación necesaria en la industria para avanzar según los objetivos de la UE y alcanzar una economía neutra en carbono en 2050 solo puede conseguirse trabajando en colaboración.
Entender el planeta como un sistema con recursos limitados es el primer paso. Partir de la situación real con sus límites también nos pone delante de oportunidades. Ahora nos toca imitar a los sistemas que funcionan y aprender a respetar estos límites para alcanzar un equilibrio que nos permita prosperar a todos.
Este artículo aparece publicado en el nº 603 de CIC, págs. 64 a 65.
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