Desde que, en el año 1837, el carpintero londinense Henry Manning construyó la que se conoce como la “cabaña de Manning”, una casa por partes que envió a Australia, donde fue ensamblada, la historia de la construcción ha conocido diferentes hitos relacionados con la arquitectura industrializada que han tenido como protagonista a grandes referentes como Le Corbusier, Walter Gropius, Frank Lloyd Wright, Ray y Charles Eames o Kisho Kurokawa.
En la base de esa arquitectura industrializada latían valores como el favorecimiento de la sostenibilidad (cuando aún no se conocía ni se había generalizado esa palabra) para un uso más racional de los materiales, el aprovechamiento de los recursos naturales y la reducción de residuos. Y, por supuesto, la búsqueda de la eficiencia a todos los niveles: desde el ahorro en los tiempos de ejecución y los costes asociados a todo el proceso constructivo a mejores acabados en los trabajos.
Ante los cambios que está experimentando el sector de la construcción y las evidentes transformaciones que se producirán sobre los sistemas constructivos y en el tipo de recursos productivos empleados, la industrialización irá formando parte de ese proceso de transformación. Sin embargo, más allá de aplicar meros modelos repetitivos, es prioritario redefinir los objetivos que han de dirigirla:
La industrialización no es un fin en sí mismo, sino un instrumento, una herramienta, un medio para garantizar una Arquitectura excelente, sensible siempre a las necesidades concretas
• La industrialización es un instrumento que puede, con un uso adecuado, contribuir a la consecución de los grandes retos medioambientales de nuestro tiempo: la descarbonización del parque edificado o en la mejora de los procesos constructivos. Por ello, esa búsqueda de la eficiencia y del uso racional y preciso de los recursos ha de incorporarse al proceso creativo de la arquitectura con la misma relevancia que las nociones de eficacia y belleza para conseguir entornos urbanos más amables, saludables y sostenibles.
• La industrialización ha de formar parte sustancial del concepto de economía circular aplicado a la ciudad y a la construcción. En ese objetivo de optimizar recursos que son limitados y garantizar, al mismo tiempo, el bienestar de las personas, la industrialización ha de abordarse desde una perspectiva integral, que incorpore necesariamente la robótica, la inteligencia artificial y otros avances. Es, precisamente, la robótica la que logra superar el límite de la cantidad mínima ligada a la rentabilidad. Es decir, el de la repetición planteando la perspectiva de lo que podríamos calificar como una nueva artesanía, que, aunque ahora pueda resultar costosa, conforme se avance en su desarrollo, podrá resultar competitiva.
• La industrialización contribuirá a la profesionalización y modernización del sector, lo que, a su vez, redundará en una reducción de la siniestralidad laboral y en que sea más atractivo tanto para los jóvenes como para la incorporación del talento de las mujeres. Por supuesto, esta profesionalización se traducirá en una mayor calidad del entorno construido, en sintonía con la Declaración de Davos (Baukultur), la Nueva Bauhaus Europea y la Ley de Calidad de la Arquitectura. No obstante, no se debe confundir la calidad de la ejecución material y de los procesos con la calidad de la Arquitectura, cuestión independiente de los medios o materiales que se apliquen para su formalización.
El avance de los procesos industriales y robóticos ha de contemplarse como la oportunidad para impulsar una profunda transformación de la enseñanza en las escuelas de arquitectura, generando escuelas de formación con alto valor profesional y personal que generen una estructura capaz de dotar a la construcción de una calidad adaptada a los estándares de confort actuales, costosa de alcanzar con los medios tradicionales.
La arquitectura sin construcción es papel mojado, pero la construcción sin arquitectura es solo una mera yuxtaposición de piezas, sin reflexión, sin alma
La investigación sobre los nuevos usos de materiales existentes, nuevos materiales y sistemas ha de plantearse de una manera progresiva y equilibrada en función de las capacidades de evolución técnica y la capacidad de transformación social previamente existentes en cada lugar. Son globales los principios, pero específicos los casos. Solo así la transformación será eficaz y estimulará la riqueza de lo local, permitiendo que muchas industrias previamente existentes se transformen sin destrucción del tejido social.
El futuro Centro Nacional de la Industrialización y Robótica de la Construcción tendrá un papel determinante en ello. Este Centro Nacional está promovido por los gobiernos de España y de Navarra. Colaborador sustancial será el Politécnico de Zúrich que acompañará al arquitecto Patxi Mangado, impulsor de la idea. El centro, ubicado en Pamplona, iniciará su actividad investigadora y docente en enero de 2024.
En coherencia con lo anterior, la industrialización no ha de plantearse como superación del contexto, antes bien ha de ser un estímulo para el desarrollo simultáneo de lo específico. No puede dejar de lado el contexto pues ello, en la medida que resulta contradictorio con los principios de economía y sostenibilidad bien entendida, empobrecen las posibilidades de la evolución creativa en nuestras sociedades.
La industrialización debería ser un instrumento para hacer mejor arquitectura, para conseguir el fin último que es el bienestar de las personas; una herramienta del proyecto, no un pretexto para objetivos mercantilistas de agentes inmobiliarios y constructores. Por ello, no puede limitar la excelencia y la capacidad creativa del autor, sino ampliar las herramientas disponibles con otras que permitan aplicar los principios, ya asumidos, de contribución sostenible y medioambiental.
El CSCAE, que agrupa a todos los colegios de arquitectos, está profundizando en el nuevo modelo de trabajo porque la industrialización la conducirán los arquitectos
Nuestro país necesita de vivienda de calidad de manera rápida, con eficacia y calidad arquitectónica y constructiva, ayudando con ello a paliar situaciones ya extremas. Por esta razón, la industrialización ha de tener conciencia social. Es decir, debería de aplicarse en primer término en la construcción de vivienda social, particularmente, en la de alquiler, por ser donde se pueden aplicar las virtudes y objetivos de mejora de la calidad, eficacia económica y social, demostrando su capacidad de reciclado y de adaptación a la evolución de la unidad familiar, pero sin limitar la capacidad creativa y de creación de ciudad. Se evidencia como necesario el compromiso de la Administración, sin perder el enfoque de la búsqueda de la calidad y excelencia.
Las ventajas que los procesos industrializados pueden conllevar, como la mejora de los tiempos de ejecución y una mayor capacidad de adaptación futura, no deben ignorar posibles riesgos de un enfoque parcial y de sistemas incipientes no testados suficientemente; es ahí donde la formación y conocimiento resultan más relevantes, y por ello la labor de los arquitectos resulta imprescindible si no queremos ver un declive en la calidad de la arquitectura; es el profesional que tiene una visión holística en todo el proceso y maneja las innumerables variables que afectan a un proyecto arquitectónico.
En resumen, por responsabilidad social, económica y medioambiental, la industrialización ha de estar guiada por la búsqueda de la calidad urbana y arquitectónica como requisito sine qua non, favoreciendo las transformaciones económicas, sociales y estructurales que el sector de la construcción tiene que realizar para adaptarse a la realidad de nuestro tiempo.
La industrialización no es un fin en sí mismo, sino un instrumento, una herramienta, un medio para garantizar una Arquitectura excelente, sensible siempre a las necesidades concretas de las personas que la van a habitar y a disfrutar; sensible al entorno y a las identidades culturales de los pueblos. Recogiendo los valores de la Nueva Bauhaus Europea, ha de aunar innovación, belleza e inclusión.
El Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España (CSCAE), que agrupa a todos los colegios de arquitectos, está profundizando en el nuevo modelo de trabajo porque la industrialización la conducirán los arquitectos.
La arquitectura sin construcción es papel mojado, pero la construcción sin arquitectura es solo una mera yuxtaposición de piezas, sin reflexión, sin alma y, por lo tanto, un producto carente de humanidad y de atención al contexto; los procesos industrializados modificarán las premisas de gestación y desarrollo de los proyectos, pero la fusión de técnica, arte y humanismo solo puede garantizarse desde la visión integral de la arquitectura, es decir, la de las/os arquitectos.
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Este artículo aparece publicado en el nº 584 de CIC, págs. 82 a 84.
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