Un viaje del pasado al presente de la industria del cemento

La agrupación de fabricantes de cemento de España, Oficemen, cumplirá cien años en septiembre, convirtiéndose así en la patronal industrial en activo más longeva de nuestro país. Una historia de tesón, resiliencia, innovación y sostenibilidad que surgió gracias a un grupo de industriales pioneros que, al inicio del siglo XX, apostaron por un novedoso aglomerante —el cemento portland—, que no ha parado de evolucionar hasta nuestros días y que lo seguirá haciendo al compás de las necesidades de las sociedades futuras.

Hoy, la industria cementera cuenta con una amplia cartera de productos que abarca desde los cementos más clásicos y los de preparación de hormigones estándar hasta los más especiales y con prestaciones específicas, como los fotoluminiscentes, los descontaminantes o las nuevas gamas de cementos, que minimizan la huella de carbono para una construcción más sostenible.

La historia de Oficemen está estrechamente ligada al desarrollo de la industria cementera en España y cuyos inicios se sitúan en 1898 con la apertura de la primera planta de cemento en Tudela Veguín (Asturias), que continúa operativa en la actualidad. 

A esta le siguieron pronto otras fábricas distribuidas por todo el país. En el momento en que se creó Oficemen, ya existían veintitrés instalaciones en funcionamiento. Varias de aquellas fábricas fundadas hace más de un siglo siguen hoy en día produciendo desde sus ubicaciones originales. De hecho, diez de las treinta y dos fábricas de cemento existentes en la actualidad llevan más de cien años ofreciendo empleo estable y de calidad en las poblaciones que las vieron nacer, con una edad media de funcionamiento en su conjunto de más de ochenta años; y en las que podemos encontrar sagas familiares de trabajadores de hasta cuatro generaciones. Y es que, si hay algo que ha caracterizado a la industria cementera desde sus orígenes, ha sido su vinculación con el territorio y con sus trabajadores.

En estos cien años de historia de Oficemen, son muchos los cambios introducidos en los medios de producción y en las instalaciones fabriles. Desde la aparición de los primeros hornos rotativos Lepol al inicio del siglo XX; la mecanización de los trabajos en cantera con la temprana introducción de los martillos neumáticos; la construcción de las primeras chimeneas de hormigón… hasta los procesos automatizados actuales. En su arranque, la industria cementera española ya utilizó la última tecnología del mercado, importada desde otros países con mayor trayectoria y desarrollada por las grandes multinacionales del momento.

Esta situación se vio limitada durante el período autárquico, ya que la política industrial prohibió la importación de maquinaria. Así, hasta 1950 las cementeras necesitaban una licencia estatal para ampliar o poner en marcha nuevas instalaciones, aunque esto no impidió su desarrollo. Al final de la década de 1950 ya había cincuenta y dos fábricas con producción propia de clínker repartidas por toda España.

En los años 60, se suprimió la Delegación del Gobierno en las Industrias del Cemento, poniéndose fin a un intervencionismo que duraba diecinueve años. Otra medida liberalizadora consistió en variar las capacidades máximas y mínimas de producción de las fábricas de cemento, lo que autorizaba su libre implantación, ampliación y traslado dentro del territorio nacional.

Este aperturismo se produjo gracias a planes de desarrollo, cuyos estudios previos calificaban a la industria del cemento como “básica y fundamental en la política de desarrollo” y se abogaba por su ordenación y expansión. Así, entre 1973 y 1976, las cincuenta y siete fábricas en funcionamiento aumentaron un 40% su capacidad de producción hasta los 33,4 millones de toneladas.

La crisis del petróleo de los 70 marcó el inicio de las mejoras de la eficiencia energética para reducir la dependencia de los combustibles fósiles, una tendencia que el sector no ha abandonado desde entonces hasta nuestros días. Ya en 1977 se impartió, junto a la EOI, el primer curso de Ingeniería Ambiental en España destinado a los fabricantes de cemento. De esa época datan también los primeros estudios, en colaboración con el CDTI, para el desarrollo de los cementos con adiciones.

Al final de la década de los 70, el sector contaba con instalaciones modernas (más del 85% con equipos de menos de diez años), una tecnología de primer nivel mundial y fábricas localizadas, en su mayoría, con acceso a puertos para aprovechar la privilegiada situación geográfica de España para llegar a los mercados con mayor potencial.

Esta infraestructura permitió que los años 80 estuvieran marcados por el auge de la exportación, que alcanzó su punto máximo en 1983, con la cifra aún no superada de 13 millones de toneladas, el 42,5% de las ventas del sector. De hecho, este carácter exportador se ha mantenido en el tiempo y, en la actualidad, España es el primer exportador de cemento de Europa. 

A finales de los 80, debido al estancamiento del consumo de cemento interno, se produjo una reestructuración y racionalización del sector, que vivió fusiones y adquisiciones, y la entrada de multinacionales extranjeras.

En los 90 llegaron las primeras certificaciones de calidad, una eficaz fórmula de diferenciación para el cemento español. También destaca el desarrollo medioambiental con la elaboración de un documento que establecía metodologías comunes de seguimiento, control y evaluación de los efectos medioambientales de las fábricas.

La firma del Protocolo de Kioto marcó el inicio del uso de combustibles derivados de residuos, con múltiples iniciativas en las que Oficemen integró a asociaciones empresariales y sindicales, administraciones públicas y centros de investigación. En la actualidad, merece especial atención la aportación del sector cementero a la economía circular, mediante el uso conjunto de materias primas y combustibles alternativos, que le ha convertido en uno de los mayores recicladores del país.

La década de los 90 finalizó con unas cifras de producción récord de 33 millones de toneladas. Había 39 centros productivos, en su mayoría con los sistemas de fabricación, gestión y análisis plenamente automatizados, en los que se fabricaban 62 cementos normalizados.

Entre 1996 y 2008 se produjeron sucesivos récords históricos tanto de producción como de consumo de cemento y clínker. De hecho, en 2007 se superaron todas las expectativas y España reforzó el título de primer país consumidor de cemento de Europa, con 56 millones de toneladas (máximo histórico), liderato que ya mantenía desde el año 2000 en el contexto comunitario, con una cuota del 22,6 % del consumo total europeo.

Este fuerte incremento de la demanda fue respondido por la industria con un potente plan de inversión destinado a ampliar la capacidad de producción y mejorar la eficiencia energética, la renovación técnica y la seguridad laboral. Al mismo tiempo, se implementaron los nuevos sistemas de gestión de la calidad ISO 9001 y medioambiental ISO 14001. Al finalizar la década, la industria cementera en España contaba con 13 empresas y 36 centros de producción integral de cemento.

Los últimos quince años han estado marcados, desde el punto de vista del mercado, por la fuerte crisis de la industria tras el estallido del boom inmobiliario en 2008, que llegó a situar el consumo por debajo de los 11 millones de toneladas en 2013, una cifra similar a la del año 1964. La lenta recuperación de la economía hizo que las empresas cementeras redujeran su capacidad de producción y se vieran incluso abocadas al cierre de algunas instalaciones. El mercado exterior fue el salvavidas para el sector en los años más duros, llegando a alcanzar una dimensión similar a la del mercado local.

Pero Oficemen y sus asociados no permanecieron parados. Así, en 2018, se presentó la iniciativa Cemento 4.0, una hoja de ruta para la transformación digital de la industria cementera, apoyada en cinco tecnologías: la inteligencia artificial, la robótica, el Internet de las cosas, los vehículos autónomos, el blockchain y la impresión 3D.

El covid vino a truncar las esperanzas de recuperación del sector en 2020, pero el sector volvió a levantarse, y en diciembre de 2020, Oficemen presentó la hoja de ruta de la industria cementera española para alcanzar la neutralidad climática en 2050, pionera en los materiales de construcción de nuestro país. Esta estrategia identifica las tecnologías clave y promueve la colaboración de toda la cadena de valor para lograr su objetivo. Actualmente, Oficemen está a punto de lanzar su última actualización, que marca objetivos intermedios para 2030 y 2040.

Otro hito importante se produjo en 2021, con la aprobación del nuevo código estructural, en cuya elaboración el sector cementero se implicó especialmente. Este nuevo marco normativo quedó configurado como la regulación más ambiciosa a nivel europeo —y probablemente a nivel mundial— a la hora de afrontar el reto de la descarbonización, garantizando la fiabilidad, calidad y seguridad de las estructuras.

Este viaje de 100 años deja claro que Oficemen, al servicio de la industria cementera y con un equipo de profesionales altamente cualificados, ha sido un actor clave para fortalecer la competitividad y el desarrollo del sector.

En la actualidad, Oficemen reúne a la totalidad de las empresas que producen cemento de manera integral en España, proporcionándoles una sólida experiencia técnica, a la vez que mantiene intactos sus fines, canalizando las necesidades, propuestas e inquietudes de las empresas cementeras para contribuir a la definición de políticas más eficientes. Oficemen es un importante interlocutor con las diferentes administraciones públicas, agentes sociales y otros sectores e instituciones, tanto a nivel nacional como internacional.

La industria cementera ha demostrado, durante este tiempo, una visión de largo plazo y un compromiso sólido con la innovación, el crecimiento sostenible y el bienestar social. Gracias a su capacidad de adaptación y resiliencia, ha superado con éxito los desafíos del pasado y está preparada para liderar los retos a futuro.

Este artículo aparece publicado en el nº 602 de CIC, págs. 68 a 70