(Entrevista realizada en relación al proyecto Rehabilitación y ampliación de la Fundación Ortega y Gasset - Gregorio Marañón)
En este proyecto de rehabilitación y ampliación, Junqueras Arquitectos estableció que, para mantener un diálogo fluido y en armonía entre un palacete residencial de 1856 y el edificio de Residencia de Señoritas de 1933, este último debería seguir siendo el protagonista del conjunto. Por este motivo, las nuevas volumetrías (sala multiusos, vestíbulo y ampliación de archivos) deberían pasar lo más desapercibidas posible y mimetizarse con el Edificio Arniches. El resultado constituye un homenaje a la historia que, gracias a la capacidad de adaptación de la arquitectura, permite mirar hacia el futuro.
Enfrentarse a una actuación sobre un Bien de Interés Cultural siempre impone respeto. En este caso, presidido, además, por la ilusión de volver a rehabilitar lo que en los 80 ya rehabilitamos Tanis Pérez Pita y yo. La tranquilidad del conocimiento de su primera rehabilitación y la intranquilidad de un nuevo reto: añadir una nueva volumetría al recinto.
Mantener las esencias de las tipologías originarias de los edificios y el jardín como parte fundamental de su identidad, como patrimonio singular a conservar.
Rehabilitando, restaurando y, en su caso, ampliando con el fin de ajustar lo existente a los nuevos requerimientos de su nueva vida, sin distorsionar el diálogo entre las tres volumetrías, las dos existentes y la nueva.
En realidad, son tres proyectos de tres edificios diferentes (dos existentes y uno nuevo) cada uno con condicionantes específicos y un jardín que los arropa. En los existentes un condicionante común: encajar nuevas formas de usar los edificios, manteniendo la identidad con la que fueron creados, tanto en su expresión exterior como en sus espacios interiores.
En cuanto al nuevo volumen, de reducido tamaño, intentar no distorsionar el diálogo atractivo y equilibrado existente entre un edificio de 1856 y uno de 1930, pese a sus diferentes trazas, volumetrías, lenguaje arquitectónico y materiales.
Y frente al jardín, el condicionante era mantenerlo con labores de acupuntora.
La relación con la FOM fue, ha sido y será de total confianza recíproca. Detrás de una buena obra siempre existe un diálogo permanente entre una propiedad inteligentemente exigente y el arquitecto al que ha confiado la responsabilidad de rehabilitar lo existente de cara a sus nuevos usos, un arquitecto que entienda bien las necesidades que se reclaman para su nueva vida.
Si queremos seguir manteniendo nuestro patrimonio es imprescindible reutilizarlo con nuevos usos y adecuarlo a los nuevos requerimientos funcionales, normativos y tecnológicos, siempre y cuando estas transformaciones mantengan los elementos fundamentales de las tipologías de cada uno de los edificios.
Por esta razón, lo primero que hay que valorar es si este objetivo es viable.
Si no es así o se buscan otros usos o se valora convertirlo en una pieza arqueológica por su valor patrimonial excepcional. Así es que el primer reto fue analizar las nuevas necesidades funcionales que, además, requerían ampliar la superficie edificada, verificando la conservación de sus tipologías.
El diálogo entre el palacete residencial de 1856 y el edificio de Residencia de Señoritas de 1933 debería seguir siendo el protagonista del conjunto, razón por la cual entendimos que las nuevas volumetrías (sala multiusos, vestíbulo y ampliación de archivos) deberían pasar lo más desapercibidas posible y mimetizarse con el edificio de Arniches.
La creación de un nuevo espacio es similar al estreno de una sinfonía, es necesaria la participación de muchos intervinientes; quien encarga la obra (la FOM), quien la crea y dirige (el arquitecto autor y su equipo, en este caso Junquera Arquitectos), los especialistas y los ingenieros de instalaciones como Úrculo (ingenieros de estructuras), Margarida (acústica) y Teresa Gali (botánicos).
Además, dado que es una actuación en un BIC han participado las administraciones que velan por su condición patrimonial de la sociedad
Una labor de conjunto cuyo resultado es fruto de un equipo complejo en permanente diálogo.
No, antes de empezar a redactar los proyectos, se empleó mucho tiempo analizando, contrastando y, al final, eligiendo entre las diversas alternativas con la participación de todo el equipo. Un proceso que duró mucho tiempo, mucho intercambio de opiniones y, en definitiva, mucha negociación que, visto los resultados, fue muy fructífero y en el que todos pusieron su granito de arena.
Enfrentarse a un Bien de Interés Cultural de un país siempre es un reto añadido, aunque para nosotros su importancia es similar que enfrentarse a una vivienda colectiva, un hospital o a la formalización de un espacio público.
Las valoraciones más significativas son las que emanan de compañeros de profesión (arquitectos y críticos) y la de aquellos que confiaron en nuestra labor.
En este caso, ambas han sido positivas.
A pesar de que cada actuación a la que se enfrenta un arquitecto está sostenida por unos principios homogéneos, en la FOM destacaría cómo se ha incorporado una nueva volumetría a las tres existentes (el palacete de 1856 y la residencia de señoritas de 1933), un volumen que parece que ha estado siempre ahí.
En el oficio de arquitecto se superponen tres responsabilidades de igual rango, a las que inexorablemente hay que enfrentarse sin renunciar a ninguna de ellas. La primera es dar respuesta a las demandas emanadas por quien ha depositado su confianza en nuestra labor para formalizar, construir o rehabilitar, un nuevo espacio que dé respuesta a las necesidades que sustentan su razón de ser.
La segunda es su trascendencia social. En este caso, al tratarse de un BIC, la actuación trasciende a su condición de patrimonio singular de un país. En otro extremo la vivienda colectiva, en donde hay que tener presente dar respuesta al inversor y, al mismo tiempo, a sus futuros usuarios.
Y la tercera es su trascendencia en el entorno en el que actuamos, ya que siempre la acción edificatoria transforma lo que le rodea, su espacio público y la interacción con lo ya edificado. El éxito es encontrar el equilibrio para optimizar estos tres objetivos por igual. No es fácil, requiere esfuerzos y negociaciones, pero no solo es posible, sino imprescindible.
Esta entrevista aparece publicada en el nº 593 de CIC, págs. 30 a 31.
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