La rehabilitación desde un enfoque sostenible y humano

Parece un juego de palabras, de los que a mí me gustan, pero va más allá. Va de concepto. Va de mi filosofía de entender, hacer y vivir la arquitectura, en la arquitectura. Mi manera de hacer.

Llevo 10 años rehabilitando, tanto edificios como casas, y puedo decir que prefiero la rehabilitación a la obra nueva. Y lo afirmo tan rotundamente porque hablo de una filosofía. La de cuidar del planeta, la de cuidar de las personas y seres vivos que habitamos por estos lares, la de cuidar de nuestras casas.
 

Como bien sabes, en España tenemos un gran parque edificatorio construido, unos 25 millones de viviendas aproximadamente, de las cuales 6 millones tienen más de 50 años. Se estima que un 25%, aproximadamente, de todas estas construcciones está en mal estado o mal acondicionado para un uso adecuado; la mayor parte se construyó antes de la entrada en vigor del Código Técnico de Edificación. Andando por mi ciudad veo tantos edificios vacíos y tapiados, con tantas posibilidades, que me entristece no tener políticas más activas capaces de solventar su uso, su mantenimiento, su servicio a la sociedad o el mismo derecho de la vivienda, por ejemplo. Tenemos edificios construidos con más de 50 años escuchando a través de las paredes. Te lo aseguro. Las paredes escuchan. También nos hablan del paso del tiempo y de sus inquilinos. 
 

A lo que iba, la mayoría de nosotros somos incapaces de ver la belleza que se esconde en estas casas o edificios. Por viejos, por descuidados, por estilos de otra época que no encajan con nuestro gusto, distribuciones obsoletas que no se adaptan a nuestro estilo de vida o manera de hacer. La cuestión es que, si no vemos esta belleza escondida, si no la encontramos, la podemos crear. Este es el poder y la responsabilidad que tenemos como arquitectos. 

En estos tiempos, en los que cada vez somos más conscientes de las varias crisis por las que nos movemos (la climática es una de ellas), veo una gran oportunidad en la rehabilitación. No sólo para no generar más residuos a nuestro planeta, sino para aprovechar todas estas arquitecturas y repensarlas. Para devolverles su esplendor, su valor, e incluso honrar la dignidad del arquitecto que en su día puso toda su ilusión y su esfuerzo en llevar a cabo el proyecto.

El significado y la etimología de rehabilitar

Vamos por partes. Siempre me gusta empezar por buscar el significado y la etimología de las palabras. Lo hago para tener una mayor comprensión de su origen y de su concepto, más allá de la mera definición. Se trata de encontrar la esencia de la palabra a través de su raíz y de este modo extraer una reflexión totalmente personal.
 

Según la RAE, rehabilitar significa “habilitar de nuevo”. Sus componentes léxicos son: el prefijo re- (de nuevo), habilitas (cualidad ser capaz de hacer algún trabajo determinado), más el sufijo -ar (terminación usada para formar verbos). Los sinónimos que aparecen detallados especialmente para edificios son: restaurar, reformar, reparar, reconstruir, renovar, recuperar.

Según la RAE habilitar tiene 5 acepciones y voy a destacar la que aquí nos interesa. “Hacer algo hábil, apto o capaz para una cosa determinada”. Y los sinónimos que aparecen detallados especialmente para un lugar son: acondicionar, adaptar, preparar, arreglar, disponer, rehabilitar, aclimatar, adecuar.
 

Por lo tanto, rehabilitar significa devolver a una casa (o edificio) la capacidad de ser habitada.

Según la RAE, habitar significa “vivir o morar”. Si indagamos un poco más y acudimos al diccionario etimológico, descubrimos que habitar viene del latín habitare, frecuentativo de habere que significa tener. Según este diccionario, frecuentativo es la acción que se repite, por lo tanto, habitare significa “tener de forma reiterada”. Un espacio que se tiene de forma reiterada es lo que hoy en día llamamos casa o hogar. De ahí el título de este artículo: re-habilitar para re-habitar. 
 

Nuestra casa es nuestra tercera piel

En definitiva, se trata de devolver la vida a una casa (o edificio) ya construida, su valor, su dignidad. Y es que rehabilitar es una manera sostenible de entender la arquitectura, siempre y cuando sea respetuosa con el medioambiente, con sus recursos y con la vida que en ella habita. 

Gracias a la evolución tan rápida de la tecnología y la curiosidad de las personas, cada vez hay más estudios científicos (neuroarquitectura) que nos demuestran que nuestra salud física, mental y emocional está íntimamente relacionada con nuestro entorno más inmediato.
 

Investigaciones de la OMS concluyen que pasamos entre un 80% y 90% de nuestro tiempo en el interior de los espacios construidos. Además, se especifica que entre un 60% y 70% del tiempo de nuestra vida lo pasamos en nuestros hogares. El acceso a estos trabajos, que aparte de llegar a los profesionales también llega a los usuarios, afortunadamente, está revolucionando la manera de hacer rehabilitación o reformas.

Cada vez son más las personas conscientes de la importancia que tienen los materiales en sus casas, tanto de construcción como de decoración, relacionados con la salud. Ya somos muchos los que entendemos que nuestra casa es nuestra tercera piel, que además de protegernos de las inclemencias ambientales también debe cuidar de nosotros, no ir en nuestra contra. Y de aquí, de todo este razonamiento (y de alguno más que he dejado en el tintero), aparece uno de mis lemas del estudio: “Cuido de ti a través de tus espacios”. Y esta premisa de trabajo me lleva a poner al usuario/a, la persona, en el centro del diseño en toda rehabilitación.

Por lo tanto, reivindico el trabajo previo (aparte de reconocer el estado actual y el entorno donde se halla la edificación para valorar la viabilidad de la obra) antes de empezar a proyectar que debe hacer el arquitecto. Sí, se trata de emplear el tiempo necesario para conocer en detalle a la persona/cliente que tenemos delante, para la que estamos proyectando. Al fin y al cabo, ejercemos como un medio (si dejamos de lado el famoso ego). Somos el medio que tiene una persona para re-construir y hacer realidad la casa de sus sueños. En este caso, tomo de referente a Richard Neutra: “Si hay que diseñar para la gente, es imprescindible observar, mirarla y simpatizar con ella”. 
 

Al final, nuestros espacios hablan de nosotros: de nuestros gustos, de nuestra cultura, de nuestro tiempo, de nuestro nivel social y económico, de nuestra ética,...

La arquitectura resultante es nuestro reflejo.

Nuestra casa es una extensión más de nosotros.

Más allá del marco técnico-normativo

A día de hoy, aunque parezca mentira, me encuentro muchos problemas al entrar en la fase de obra. Ya sea por falta de actualización (ganas) o por falta de conocimiento (tiempo), que las propias empresas constructoras no conocen ni trabajan con materiales saludables ni naturales. Y no es por precio, no, ya que el cliente (muchas veces) está dispuesto a pagar por materiales más saludables y duraderos que los que hemos venido usando hasta ahora. Aún queda mucho trabajo por hacer.

Vuelvo a insistir en el poder (o papel) que tenemos los arquitectos a la hora de recuperar estos espacios construidos. Y que, al hacerlo, debemos aplicar criterios saludables y razonables que van más allá del marco técnico-normativo. Debemos considerar la salud de las personas (y de toda la vida que en ella habita -es mi otro lema-), su bienestar y entender su momento vital. 

Hace ya algunos años que está de moda la rehabilitación energética en edificios y las ayudas que los organismos o entidades públicas ofrecen. Aun así, y después de escribir este artículo, pienso que una buena rehabilitación, ya sea de una sola entidad (una casa o un local) o de varias (un edificio), pasa por tener en cuenta su origen, el lugar donde se aposenta y las personas que lo habitan, aparte del factor económico.
 

Al mismo tiempo, es muy importante, durante toda la rehabilitación, acompañar al cliente, que se sienta parte del proceso y, sobre todo, entender por qué fases emocionales pasará en función de la fase del proyecto.

Realizar un buen trabajo de rehabilitación no es nada fácil. Es una tarea que se tiene que hacer con pasión, con mucha dedicación, con tiempo (sin prisas, pero sin pausas) y que considero que es el futuro de la arquitectura en este mundo tan construido ya.

Me encuentro mucha gente que no lo valora. Espero que este artículo sirva para mostrar el otro lado de las rehabilitaciones y ojalá que se aprecie el trabajo que hacemos muchos arquitectos por cuidar de nuestros edificios y de la vida que ellos habitan.

Y recuerda que hay que re-habilitar para re-habitar.

  Este artículo aparece publicado en el nº 592 de CIC, págs. 10 a 12.