Más de un 50% de los ciudadanos españoles asegura conocer lo que es el certificado energético de los edificios y hasta un 36% manifiesta que lo tendrían en cuenta a la hora de vender o alquilar una vivienda. Sin embargo, aún está muy asentada la percepción de que el certificado energético de los edificios constituye, por encima de sus evidentes ventajas, un trámite o un mero impuesto. Así se desprende al menos de los resultados obtenidos de una encuesta llevada a cabo por el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (Idae) Idae tras su última campaña de comunicación.
La Certificación Energética de los Edificios es una exigencia derivada de la Directiva 2002/91/CE. Esta Directiva y la Directiva 2010/31/UE, de 19 de mayo, relativa a la eficiencia energética de los edificios, se transponen parcialmente al ordenamiento jurídico español a través del Real Decreto 235/2013 de 5 de abril, por el que se aprueba el Procedimiento básico para la certificación de eficiencia energética de edificios, tanto de nueva construcción como existentes. Así, según la Disposición Transitoria primera del Real Decreto 235/2013, desde el 1 de junio de 2013 es obligatoria la emisión de estos certificados de eficiencia energética para la compraventa y alquiler de viviendas y edificios, tanto nuevos como ya construidos.
Solo un 0,7% de los edificios son “A”
El sistema de evaluación establece siete niveles de certificados en función de las emisiones de dióxido de carbono y del consumo de energía del edificio. Conforme a la normativa nacional, se parte de la “G” (la menos eficiente) a la “A” (la más eficiente). En este sentido, aunque pudiera pensarse que tener una calificación energética A en nuestra casa es fácil, solo un 0,7% de los edificios la tienen, según explican fuentes del Idae, que insisten en afirmar que nuestra casa no es un electrodoméstico: “Si vamos a comprar una lavadora o un frigorífico, lo normal es que sean de clase A porque la evolución tecnológica ha llevado a que más del 80% de los electrodomésticos que se vendan sean del máximo nivel de eficiencia, mientras que en el caso de los edificios la situación es muy diferente. La clasificación es similar pero no son comparables”, subrayan.
Alcanzar una calificación A en una casa requiere de un buen diseño y orientación, instalaciones de alto rendimiento, un correcto aislamiento de la fachada y cubierta, contar con buenas ventanas bien sombreadas en verano y aprovechar lo máximo posible las energías renovables activa y pasivamente. Desde junio de 2013, momento en que entra en vigor la Certificación Energética de los Edificios, hasta ahora, ya se han certificado unos 1,5 millones de inmuebles. El balance es que ocho de cada diez edificios españoles tienen una certificación energética “E” o menor. “Es decir, si los edificios tuvieran que examinarse de la materia de eficiencia energética, la nota más alta de la clase (el 84%) sería un 4,3 sobre 10”, afirman desde el Idae.
Ya se han certificado unos 1,5 millones de inmuebles. El balance es que ocho de cada diez edificios españoles tienen una certificación energética “E” o menor
Asimismo, teniendo en cuenta que apenas se han hecho registros de edificios nuevos debido al parón de la construcción de viviendas que ha traído la crisis, “el grueso de las certificaciones lo encontramos en los edificios ya existentes, donde las calificaciones energéticas más comunes se sitúan en las letras que van de la “D” a la “G”, lo que quiere decir que superan en más del 90% el consumo de energía medio”, añaden.
Situación de los edificios y su calificación
El 30,4% del consumo de energía final de España se produce en edificios de viviendas y servicios. Contamos con más de 25 millones de viviendas, y de éstas, seis millones tienen más de 50 años, por lo que cabe concluir que nuestro parque de edificios es bastante viejo. El 58% de los edificios españoles se ha construido sin ningún criterio de eficiencia, el 90% son anteriores a la aplicación del Código Técnico de la Edificación (CTE) y un 60% son anteriores a la aplicación de la NBE-CT 79, la primera normativa de construcción que tiene en cuenta criterios de eficiencia energética en España.
El consumo de energía por metro cuadrado de los edificios en nuestro país supera de media los 140 kWh/m2/año. Asimismo, a pesar de que en España la intensidad energética global -consumo de energía por unidad de PIB- presenta desde 2004 una tendencia decreciente, los indicadores asociados a los edificios muestran cierta resistencia a la baja, especialmente en el sector servicios. Partiendo de todos estos datos, desde el Idae apuntan que “en los edificios españoles existen márgenes de mejora de hasta el 50% por lo que respecta al consumo de energía”.
Concesión de ayudas
La concesión de ayudas a través de la línea Pareer-Crece del Idae obliga a que la rehabilitación del edificio existente mejore la calificación energética del inmueble en al menos una letra. Esto supone que se tomen una, varias o todas las medidas contempladas: mejora de la eficiencia energética de la envolvente térmica, de la eficiencia energética de las instalaciones térmicas y de iluminación y la sustitución de energía convencional por energía solar, biomasa o geotermia en las instalaciones térmicas.
Las consecuencias de realizar medidas de eficiencia energética en la edificación y mejorar la calificación son palpables, según subraya el Idae:
-Mayor valor de mercado: la propiedad se diferenciará del resto de inmuebles en su venta o
alquiler. Para los ocupantes, aportará una ‘imagen verde’.
-Menores costes: el ahorro que supone que el inmueble funcione con menor energía, y que
necesita de un menor mantenimiento.
-Mayores ingresos: al estar más solicitadas, estas edificaciones tienen unas tasas de
vacantes en alquiler más bajas y en ventas mayores.
-Menores impuestos: reducciones en el IBI a las casas más eficientes, en los ayuntamientos
que así lo decidan.
-Mejora el confort de los habitantes y usuarios de los edificios.
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