El aislamiento térmico es el primer escudo contra las inclemencias meteorológicas de un edificio: sin él, no solo la temperatura interior varía, obligando a sus habitantes a pasar calor o frío en función de la época del año de la que se trate, sino que conlleva un mayor consumo energético y, por consiguiente, aumentan las facturas, al obligar a funcionar con más fuerza a los sistemas de climatización (calefacción, aire acondicionado). Además, implica un aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero.
“La inversión en aislamiento térmico supone una de las actuaciones más rentables en términos de eficiencia energética, tanto en obra nueva como en rehabilitación”, explican desde CIN Valentine. “En un edificio, más del 30% de las transferencias de calor se producen a través de las fachadas, por lo que intervenir sobre ellas con soluciones eficaces que reduzcan los puentes térmicos —puntos críticos donde se produce pérdida de calor en juntas e intersecciones— permite lograr un aislamiento continuo que limita de forma significativa las pérdidas energéticas”, a lo que añade que “esto se traduce en un ahorro energético de entre un 30% y un 60% en calefacción y refrigeración, dependiendo del tipo de inmueble, la zona climática y su estado previo”.
Esta disminución de las necesidades de calentamiento o refrigeración, apunta Hélder Gonçalves, responsable de Producto de Morteros y SATE de Danosa, a su vez genera “una reducción considerable de costes y representa, además, una reducción de emisiones de CO2”.
Y estas no son las únicas ventajas, puntualiza Gonçalves, puesto que la “amortización de la inversión se producirá aproximadamente entre 5 y 7 años después, dependiendo de las costumbres de uso y de la eficiencia de todos los componentes del edificio”. “En ciudades con inviernos fríos como Madrid, Toledo o Guadalajara, la amortización suele lograrse en un plazo de 3 a 5 años. En climas más suaves, este periodo puede ser algo mayor, pero sigue siendo más rápido que muchas otras intervenciones de mejora en edificación”, matiza Pablo Rodríguez, director técnico de Ytong España. “A partir de ese momento, el ahorro en la factura energética se convierte en ganancia directa, con una rentabilidad estimada de hasta un 33% sobre el coste inicial. No es solo eficiencia energética: es sentido común”, asegura tajante. “Además, el valor patrimonial de la vivienda se incrementa entre un 10% y un 20%”, agrega el responsable de Producto de Morteros y SATE de Danosa.
A estos beneficios del aislamiento térmico, ahora se suma el hecho de que, como afirma Miguel Ángel Olmo, responsable de Producto de Química para la Construcción de Fischer, “las exigencias del Código Técnico de la Edificación (CTE), unidas a la directiva europea de Edificios de Consumo Casi Nulo (nZEB), están impulsando un cambio de paradigma: ya no se busca solo aislar, sino aislar mejor, con soluciones sostenibles y duraderas”.
En esta línea, CIN Valentine apunta que estas nuevas normativas han endurecido los requisitos, “impulsando el uso de materiales más eficientes y sistemas constructivos avanzados como el Sistema de Aislamiento Térmico por el Exterior (SATE)”.
Asimismo, Pablo Rodríguez recuerda que “la Directiva Europea EPBD 2024 marca un punto de inflexión: a partir de 2030, todos los edificios nuevos deberán ser de cero emisiones, y los públicos incluso antes, en 2028”. “Este nuevo marco obliga a ir más allá del cumplimiento mínimo. En obra nueva, ya no se concibe un proyecto sin aislamiento de muy baja transmitancia térmica, sin un control riguroso de los puentes térmicos y sin una integración eficaz de energías renovables”, detalla el director técnico de Ytong España, que explica también que, sin embargo, “en rehabilitación, el enfoque es progresivo y bien estructurado. Se comienza por la envolvente: sistemas SATE, renovación de carpinterías y cubiertas y sustitución de equipos ineficientes”, y, mientras tanto, herramientas como el pasaporte de renovación permiten planificar desde ya mismo las mejoras por fases.
“En España, el Código Técnico de la Edificación (DB-HE 2024) también ha subido el listón, con nuevos límites de transmitancia térmica adaptados a cada zona climática. Por ejemplo, en fachadas de zonas D, el valor máximo permitido es de 0,27 W/m²K. En cubiertas, los requisitos varían según orientación y clima, por lo que es clave analizarlos en cada caso”, evidencia también Rodríguez. “En definitiva, el aislamiento térmico se consolida como la base sobre la que debe construirse cualquier proyecto eficiente”, zanja.
De hecho, es tal la necesidad de este tipo de sistemas que la Asociación Europea de Fabricantes de Aislamiento (European Insulation Manufacturers Association, Eurima) prevé en un reciente estudio que un correcto aislamiento del parque de edificios español puede suponer una reducción del consumo de calefacción en picos estacionales de hasta un 50% para 2050, con el consiguiente ahorro energético.
Para poder cumplir con las normativas nacionales y comunitarias, están siendo imprescindibles las subvenciones. “Las ayudas y subvenciones son esenciales: animan a los propietarios a llevar a cabo un proyecto de rehabilitación energética y promueven la mejora del confort en el interior de las viviendas, dado que el 90% de nuestra vida la pasamos en el interior de edificios”, explican desde Danosa, si bien consideran que “el proceso debería ser más sencillo y eficaz para que los ciudadanos participen más activamente”.
En este sentido, Miguel Ángel Olmo, de Fischer, sostiene que “las subvenciones, como las de los Fondos Next Generation EU, están siendo clave para democratizar el acceso a soluciones avanzadas de aislamiento”. Además, “programas como PREE5000, Rehabilita Madrid o los distintos incentivos autonómicos ofrecen hasta un 80% del coste subvencionable en actuaciones orientadas a mejorar la eficiencia energética”, apunta Pablo Rodríguez (Ytong España), que afirma que “gracias a este respaldo económico, se están haciendo viables soluciones de aislamiento que antes quedaban fuera del alcance de muchos propietarios: desde sistemas SATE hasta ventanas de altas prestaciones y materiales innovadores con baja conductividad térmica”, y que dichas ayudas marcan la diferencia entre “posponer una reforma o llevarla a cabo con criterios realmente eficientes”.
El parque español está compuesto, en gran parte, de edificios antiguos que, por normativa, han de ser protegidos. Sin embargo, también es necesario en ellos mejorar el aislamiento térmico y adaptarlo a las nuevas exigencias regulatorias.
“En la rehabilitación de edificios antiguos y protegidos, donde las intervenciones deben preservar su carácter arquitectónico, es fundamental mejorar el aislamiento térmico sin alterar la estética ni la estructura original”, explican desde CIN Valentine.
“En este contexto, se deben contemplar soluciones de aislamiento por el interior, que, aunque no sean tan eficaces como el aislamiento térmico por la cara exterior de la envolvente, permiten obtener una mejora significativa del comportamiento térmico del edificio”, añade Hélder Gonçalves, de Danosa. “Las soluciones más adecuadas se basan en conductibilidades térmicas más bajas que permitan una mejor eficiencia con bajos espesores de aislamiento, para no desperdiciar espacio habitable”, apunta, para, a continuación, indicar que en este tipo de edificios la implantación de estos sistemas de aislamiento va a ayudar a conservar dichos inmuebles más antiguos.
Por su parte, Pablo Rodríguez, de Ytong España, sostiene que “cuando intervenir sobre la fachada no es una opción, hay que recurrir a soluciones interiores que sean discretas pero eficaces. En estos casos, los sistemas de trasdosado interior con paneles aislantes de alto rendimiento se están consolidando como una alternativa sólida, ya que permiten mejorar el comportamiento térmico sin afectar la estética exterior”. “La clave está en encontrar un equilibrio: mejorar el rendimiento energético sin invadir ni alterar la identidad del edificio original”, sentencia.
La oferta actual de materiales aislantes combina décadas de experiencia con una diversidad de soluciones adaptadas a distintos usos, climas y exigencias técnicas. Tal como explica Hélder Gonçalves, “Europa tiene una amplia experiencia en sistemas de aislamiento térmico, avalados en algunos casos con más de 50 años de validación”. El responsable de Morteros & SATE de Danosa relata cómo, en fachada, los sistemas SATE basados en EPS o su versión con grafito se consolidan como referentes por su eficiencia, durabilidad y contribución a la reducción de emisiones de CO₂. Mientras tanto, cuenta, en cubierta, el poliestireno extruido (XPS) sigue siendo la opción más valorada, especialmente en sistemas invertidos, donde se mejora significativamente la vida útil de la impermeabilización.
A su vez, Miguel Ángel Olmo (Fischer) señala que el rendimiento térmico actual pasa por “materiales que combinan baja conductividad con alta reflectividad”, y que la innovación se centra en “espumas avanzadas, aerogeles y soluciones basadas en nanomateriales”. Se trata de productos con gran potencial aislante en espesores mínimos, ideales para rehabilitación o espacios reducidos.
Asimismo, Pablo Rodríguez, de Ytong España, incide en que elegir un buen aislante no solo es una cuestión técnica, sino también una declaración de intenciones del proyecto. “La lana mineral tiene excelentes propiedades térmicas y acústicas, y una resistencia al fuego que la hace indispensable en muchos casos”, narra, al tiempo que recuerda que el EPS se mantiene como una alternativa ligera y económica. No obstante, destaca que el hormigón celular está ganando terreno por su versatilidad: “Es un material transpirable, resistente al fuego y la humedad, fácil de manipular y con una base mineral que lo hace interesante desde el punto de vista de la sostenibilidad”.
Más allá del ahorro energético, los entrevistados coinciden en que el aislamiento influye de forma directa en el confort interior. Gonçalves subraya la importancia de seleccionar los espesores adecuados para mantener una temperatura estable sin recurrir a sistemas activos, lo que repercute también en la salud de los ocupantes: “La reducción de puentes térmicos evita humedades y hongos, mejorando así la calidad del aire interior”.
Desde Fischer, Olmo recuerda que un buen aislamiento “no solo estabiliza la temperatura, sino que mejora notablemente el confort térmico y la calidad ambiental”. Y Rodríguez añade: “Materiales como la lana mineral o el hormigón celular permiten la difusión del vapor de agua, lo que favorece ambientes más equilibrados en cuanto a humedad”. Por el contrario, advierte que algunos plásticos no transpirables, mal instalados, pueden generar problemas de condensación. Además, un aislamiento bien diseñado “reduce las oscilaciones térmicas entre el día y la noche, evitando el efecto de casa fría por la mañana y demasiado cálida por la tarde”, apunta.
Por su parte, CIN Valentine asegura que “una de las innovaciones más destacadas es la incorporación de tecnología termo reflectante en los acabados exteriores, que garantiza un índice de Reflectancia Solar Total (TSR) superior al 30% en colores oscuros e intensos, lo que permite que las superficies exteriores reflejen una mayor cantidad de radiación solar, reduciendo el calentamiento de las fachadas, aumentando el confort térmico interior y prolongando la vida útil del revestimiento”. La empresa explica que un valor alto de TSR implica que la superficie se calienta menos al sol, lo que disminuye el riesgo de deterioro prematuro del sistema de aislamiento y contribuye significativamente al ahorro energético.
En el futuro inmediato, los fabricantes coinciden en que las soluciones de aislamiento avanzarán hacia materiales más eficientes, inteligentes y con menor impacto ambiental. Desde Danosa, apuntan que la demanda se orienta cada vez más hacia productos “con mejores prestaciones térmicas, mayor durabilidad, versatilidad estética y facilidad de ejecución”, todo ello para dar respuesta tanto a nuevas exigencias normativas como a una mayor conciencia social. En este contexto, subrayan que las nanotecnologías y los materiales inteligentes jugarán “un papel crucial” en el desarrollo de soluciones más dinámicas y con ejecución simplificada.
Miguel Ángel Olmo (Fischer) es claro: “La nanotecnología es el futuro del aislamiento” y añade que tecnologías como el aislamiento reflectivo basado en nanopartículas están ya transformando el sector: son ligeras, sostenibles, fáciles de aplicar y no requieren obras invasivas. Además, su capacidad para adaptarse al entorno —modificando sus propiedades según la radiación solar, la humedad o la temperatura— abre la puerta a una nueva generación de aislamientos reactivos.
Coinciden en esta línea de evolución desde CIN: “El mercado está explorando materiales con propiedades termorreguladoras capaces de ajustarse dinámicamente a las condiciones climáticas”.
Pablo Rodríguez (Ytong España), por su parte, plantea una visión integral en la que el aislamiento deje de ser una capa pasiva para convertirse en un sistema constructivo activo e inteligente. “Ya estamos viendo materiales que modifican su comportamiento térmico según el entorno, sistemas con sensores o recubrimientos que se activan con la luz”, afirma. Además del HCCA —que destaca por su capacidad de recarbonatación durante su vida útil—, el experto señala el potencial de los paneles de aislamiento al vacío (VIPs), los materiales de cambio de fase (PCM), los bioaislamientos cultivados con micelio o los productos derivados de residuos reciclados.
“La innovación en aislamiento ya no es solo una cuestión de rendimiento: es una nueva forma de entender el confort, la eficiencia y la responsabilidad ambiental”, zanja.
Este artículo aparece publicado en el nº 601 de CIC, págs. 56 a 61.
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