F. Javier Neila González, Dr. Arquitecto Catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM)
A partir de finales de este año, los edificios de la Administración que se construyan o se rehabiliten deberán ser de energía cero o casi cero. Esto implicará el uso de unas instalaciones muy eficientes pero también de un diseño arquitectónico resiliente, adecuado para aprovechar los recursos del clima y respetuoso con el medio ambiente y sus recursos; a eso es a lo que llamamos arquitectura bioclimática. Esto va a representar un cambio de mentalidad muy importante, donde las formas de hacer y de pensar habituales deberán dar pasos a una nueva filosofía de diseño arquitectónico y constructivo.
En ese sentido, el aspecto más importante que deberá procurar la arquitectura bioclimática será reducir la demanda energética del edificio mediante controles, protecciones y captaciones. Habrá que conservar la energía captada o generada incrementando los sistemas de aislamiento térmico, de tal modo que las trasferencias de energía hacia o desde el exterior se minimicen hasta casi anularse. En climas templados y cálidos, con mucha radiación solar, se impondrán las combinaciones de técnicas de aislamiento diferentes a las clásicas basadas en el espesor de los aislantes conductivos. El concepto único de aislamiento conductivo, propio de los países fríos, no será adecuado, no porque no deba emplearse, sino porque deberá combinarse con otros procedimientos aislantes. Se deberán incrementar los espesores de los materiales aislantes conductivos convencionales, pero se deberán emplear también soluciones que protejan la envolvente de la radiación solar y de los riesgos de sobrecalentamiento estival: cámaras de aire ventiladas, aislamientos reflectivos y bajo emisivos, y superficies vegetales en cubiertas y fachadas.
El otro gran factor consumidor de energía en el edificio es la renovación de aire, la ventilación higiénica, cuyo caudal, en lugar de disminuir, acabará incrementándose en aras de una menor contaminación interior. Esto obligará a implementar sistemas de pretratamiento del aire con energía residual o aprovechando la estabilidad térmica del terreno.
Una de las estrategias bioclimáticas aplicables es el uso de conductos de aire enterrados, los pozos canadienses, como sistemas de calentamiento o enfriamiento del aire, que pueden reducir la carga de ese aire en más del 80%.
En relación a los huecos acristalados, lo más importante es su correcta orientación, aquella donde se capte el máximo de radiación cuando el edificio lo precise, en nuestras climatologías en invierno, y reciba el mínimo cuando no haga falta y se convierta en un problema, en general en verano. Debe buscarse la orientación óptima que aúne ambas exigencias.
Aunque resulte extraño, no siempre es sencillo detectar cuál es esa orientación perfecta. En el hemisferio norte, lo normal es que la máxima captación se produzca por las ventanas de la fachada sur, y el mínimo, por las de la fachada norte. En ese sentido, la fachada norte ha sido siempre demonizada en los ámbitos bioclimáticos; debían minimizarse o, incluso, eliminarse los huecos de las fachadas con esa orientación. El motivo de esta valoración tan extrema y negativa posiblemente sea doble. Por un lado, el hecho evidente de que quienes desarrollaron todas esas teorías fueron investigadores de países fríos. El hueco acristalado siempre debería encontrarse en equilibrio entre la energía que capta y la que pierde; en el hemisferio septentrional, el hueco a norte nunca capta energía, solamente pierde, por lo que su balance es claramente negativo. El segundo motivo es posiblemente tecnológico; los huecos, tradicionalmente, han sido puntos térmicamente débiles, mal resueltos debido a los materiales constructivos disponibles: vidrios malos y carpinterías malas, por lo que, si no captaban energía, debían reducirse a la mínima expresión funcional.
Una visión que debe cambiar
Sin embargo, esta visión debe cambiar si lo vemos desde la óptica del clima cálido, como es el español de latitudes medias, y desde la evolución tecnológica de los materiales constructivos. En un clima caluroso, hay que diferenciar las necesidades del verano de las del invierno. Si bien en invierno a través de este hueco no se capta nada de energía solar, en verano las habitaciones con huecos a norte son las más confortables y frescas del edificio, al no recibir tampoco casi nada de calor. En un clima frío del norte, esto no se consideraría un valor positivo al tener unos veranos moderados en los que la orientación de los huecos no es determinante. Por otro lado, hoy en día disponemos de huecos acristalados, vidrios y carpinterías con un valor de transmitancia térmica que, en algunos casos, es menor de lo que tenían los paños opacos hace poco tiempo.
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