Hay que garantizar la ventilación de los interiores de los edificios para alcanzar el nivel óptimo en el que el aire de su interior no esté más contaminado que el exterior. Así se desprende del debate “Cómo actuar en las viviendas para mejorar el aire contaminado”, que tuvo lugar por videoconferencia en el marco del ciclo de charlas “Diálogos Construcción” que organiza el Colegio de Aparejadores de Barcelona (CAATEEB). En esta ocasión actuaron como ponentes el ingeniero superior de Minas Eduardo Bielza; la aparejadora María Fígols y el ingeniero químico Xavier Guardino.
Guardino destacó que “en el aire interior de los edificios se pueden encontrar elementos volátiles, como el radón -que es la segunda causa de cáncer de pulmón-, microplásticos o cerámicas que provienen de materiales instalados durante el proceso constructivo. Algunos de estos elementos, como el formaldehído presente en los contrachapados o las fibras desprendidas del amianto, pueden tener consecuencias importantes en la salud de las personas”.
La solución es siempre garantizar una ventilación capaz de renovar totalmente el aire, aunque en muchos casos elementos como, por ejemplo, el tabaco -en el caso de casas donde haya fumadores- se acumulan en los elementos porosos que puedan haber en los domicilios, como es el caso de moquetas o cortinas, lo que hace que se mantengan en el tiempo sus efectos nocivos.
Contaminación difícil de detectar
Uno de los principales problemas radica en la dificultad de detectar este tipo de contaminación. Una pista la podemos encontrar en olores o síntomas como la irritación de la garganta -que puede indicar la presencia de formaldehído- o la sequedad en los ojos, que puede acarrear problemas en la humedad. De hecho, “si el porcentaje de humedad en el interior de un local o una vivienda es inferior al 30% genera sequedad, y si es superior al 70%, provoca la presencia de moho y esporas que se esparcen por el aire”, asegura Guardino.
En cuanto a los olores, la tentación es emplear algún producto desodorante, aceites esenciales u otros elementos, algo que resulta contraproducente, pues para María Fígols, “lo que hacemos con los ambientadores es aportar más elementos extraños y, en realidad, pretendiendo mejorar una situación de partida inadecuada, lo que hacemos es empeorarla”. La solución consiste en garantizar una ventilación adecuada y ésta se produce cuando la calidad del aire interior de un edificio no es peor que la del exterior.
Otro elemento a considerar es la forma en la que se hace la limpieza: “Hay que tener en cuenta que el polvo acumulado en las superficies, cuando se quita, no desaparece, sino que queda en suspensión, lo que puede provocar alergias”, asegura Fígols, “además estas partículas acumulan pesticidas, elementos químicos y otros contaminantes que vamos respirando”, de ahí que la mejor manera de limpiar sea por aspiración o utilizando un paño húmedo donde se quede adherido el polvillo.
Eduard Bielza puso énfasis en la necesidad de garantizar que la ventilación no sea solo mover el aire interior, sino asegurar su renovación. En este sentido destacó la puesta en funcionamiento del Código Técnico de la Edificación en 2006, que exige la existencia de ventilación mecánica controlada, pero que al mismo tiempo hace los edificios más estancos y solo afecta a los edificios de nueva construcción, quedando pendiente mejorar el parque de edificios existentes, que es donde vive la mayor parte de la población.
“Las viviendas han mejorado los cierres y con ellos su eficiencia energética, pero no hay que perder de vista que se necesitan corrientes de aire para limpiar y renovar el aire interior”, asegura Bielza, “si sale aire, entra aire, y si no lo hace directamente desde la calle, entrará de otros lugares por ejemplo por los enchufes, es cuando aparecen marcas negras en los bordes de los interruptores, es un aire que viene de tabiques o zonas térmicas. Otro lugar desde donde puede entrar aire sucio en espacios demasiado estancos es la misma campana extractora de humos”.
Los participantes coincidieron en destacar la responsabilidad de los aparejadores a la hora de garantizar la calidad del aire interior de los edificios, en el caso de los de nueva construcción eligiendo materiales que desprendan el menor número de contaminantes posible, y en los ya existentes, midiendo y detectando las posibles fuentes de polución y proponiendo las mejoras adecuadas.
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