Como cualquier otro espacio cerrado, el ámbito industrial es susceptible de presentar problemas de calidad ambiental que pueden afectar a los usuarios. Además, la generación de contaminación puede ser muy superior a la de los espacios del sector terciario, por ejemplo. En el presente artículo abordaremos los factores críticos que deben ser controlados convenientemente para evitar problemas en este sentido.
La calidad del aire interior surgió como una nueva disciplina científica en los años 80 a raíz de una serie de episodios de lo que se denominó en la época el Síndrome del Edificio Enfermo, entendiendo como tal una situación en la que mas del 20% de los ocupantes de un edificio manifiesta una sintomatología adversa inespecífica que incluye dolores de cabeza, irritaciones del tracto respiratorio y oculares o dérmicas, entre otras.
Desde sus comienzos, esta problemática se ha asociado principalmente a edificios del sector terciario; no obstante, algunos de los factores que confluyen para que se produzca este tipo de problemática no es exclusiva de este tipo de entornos: cualquier espacio cerrado es susceptible de presentar problemas de calidad ambiental que pueden afectar a los usuarios. Caso aparte son los entornos hospitalarios, en los que la problemática es aún mayor dado que algunos de los usuarios pueden presentar estados de salud delicados y, por tanto, ser susceptibles de enfermar con relativa facilidad por factores ambientales no controlados.
El ámbito industrial no es distinto, se trata de inmuebles más o menos cerrados que pueden sufrir problemas de calidad de aire interior, en los que además la generación de contaminación puede ser muy superior a la de los espacios del sector terciario. Independientemente del tipo de espacio cerrado que estudiemos, la calidad del aire interior depende de cuatro factores que deben ser controlados convenientemente para evitar problemas: ventilación, filtración, control de focos e higiene de superficies, esquematizados en la imagen 1.
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